No recuerdo si os conté que pasabamos al plan B: la in vitro. Mi gine me dijo que era una pérdida de tiempo seguir insistiendo por la vía de las inseminaciones. Y estoy de acuerdo: tiempo no me sobra, que como me descuide un poco me dan los cuarenta. Que debe ser una edad maravillosa, no lo dudo un segundo, pero para estos menesteres cuanto antes mejor.
Así pues, con la vuelta de las vacaciones también la nevera está rebosante de medicamentos. Más rebosante, sin duda, que las otras veces. Dónde va a parar. La diferencia es abismal.
Empiezo a medicarme este domingo 26, que tengo cita con Gran Pepe, y ando un poco plofff. Aunque sé que no es el espíritu, y seguro en unos días me vendré arriba.
No sé, será normal, pero lo cierto es que estoy acojonaílla.
Por un lado me asusta el pastilleo radical, me parece que voy a pegar un reventón de tanta hormona, y a la vez me siento un poco mal por tener miedo, como si fuera una especie de traición a mi futuro chiquillo. Para rematar no quiero trasmitir todo esto a mi entorno más cercano, que son los únicos que saben que empiezo de nuevo a intentarlo (apenas Padre, Madre y tres Amigas Intimas, ni siquiera Hermano lo sabe) porque no quiero preocuparles ni que crean que me he arrepentido de mi decisión de ser madre, o que lo tengo menos claro, ni nada por el estilo. Encima me siento mal porque he decidido mentir, mentir como una cochina a la mayoría de la gente. Pero este tema de la mentira merece post aparte, ya os contaré.
No sé. Tal vez sea que el otoño llega imparable e imaginé hace tiempo que lo viviría de otro modo y en otro estado (con barriga, vaya).... en fin, perdonad el vómito, chicas, pero ando pelín oscura. Como ésta, una de las últimas fotos que hice del mar, hace apenas cuatro días.....