En estos días, en que las tardes se van haciendo más cortas y apetece, casi, el braserito --ese gran invento del Maligno --, días en que aún miramos al castañero con desconfianza, como si fuera un marciano venido de otros mundos,
en estos días, en que mi cuerpo no parece el mío, y juraría que no lo es, días de pinchazos, silencio y espera,
me cuesta a veces, sólo a ratos, encontrar la calma.
Y sí, empiezo a entender por qué lo llaman maternidad en solitario. No me imagino lo que debe ser estar en esta situación en completa soledad.
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